Tren Bratislava a Cracovia, una noche movida
«¿Qué vagón es el nuestro?» Los pasos tranquilos con los que hemos bajado de nuestro vagón empiezan a acelerarse conforme los revisores nos mandan más allá con un gesto de negación. Los pasos van seguidos de zancadas, y de cierta angustia. «No, este no es, este va a Varsovia«, «no, no os corresponde, ya que este es de primera clase», todo ello mientras el revisor chasquea sus dedos, «money, money«. En medio del caos, la angustia va creciendo conforme lo hace la posibilidad de quedarse en tierra, con cara tontos, claro. «Tío, métete en cualquiera, que aquí no hay nada, qué vamos a hacer».
Era medianoche en una estación de la República Checa, Breclav, en la frontera con Eslovaquia. Acabábamos de subir al primer vagón que habíamos pillado, sin saber muy bien a dónde iba. Estábamos teniendo una noche movida, y nosotros que pensábamos que teníamos un viaje directo Bratislava – Cracovia. La realidad estaba siendo bastante distinta. Todo empezó a sonar mal cuando en la estación Hlavná Stanica de Bratislava no encontrábamos en el panel nuestro tren. El cierto mosqueo se acrecentó cuando una mujer en la taquilla nos dijo que nuestro tren era el que iba a Berlín, «¿cómo así?»; luego, lo potenció el ver que todos los vagones que iban a Cracovia estaban repletos de gente, y nos teníamos que montar en uno que iba a Berlín, con el consiguiente cambio en la siguiente parada. «No me quiero ver como esta gente, tirada en los pasillos» ,»ya, en la próxima parada, ya podemos andar listos para coger un camarote». Parecía que estos trenes nocturnos estaban muy concurridos, este venía de Budapest, en Hungría, un tren de las líneas rusas, con unos cuantos años él. Por lo visto, el interrail por los países del telón de acero, la Europa del este, estaba en auge.
En el rellano, nada más subir las escaleras desde el andén, al lado del baño y entre las puertas del vagón. Allí, entre mochilas y gente durmiendo, estábamos tirados por el suelo porque el vagón está repleto. Os podéis hacer una idea, no muy cómodo el lugar. No habíamos andado muy listos. Eso parecía el camarote de los Hermanos Marx, de la gente que estamos allí metidos, y nosotros que pensábamos que teníamos un cómodo viaje directo, ocho horas en las que poder dormir y reponer fuerzas. La realidad era bastante distinta. A través de la ventanilla de la puerta que daba al vagón propiamente dicho se veía una hilera de gente tirada en el suelo, tratando de robar unas horas de sueño a esta noche movida. Al lado nuestra, una pareja de Nueva Zelanda que venían desde Rumanía. «Rumanía es diferente, mucho más rural», nos comentan, mientras el tren avanza ya por terreno Checo. También creían que iban a tener un viaje tranquilo, qué ilusos. Conforme van cayendo los kilómetros, las conversaciones van disminuyendo y uno y otro se iba en busca de dulces sueños, tirados todos en el reducido espacio que tenemos.
Son las tres de la mañana, el tren volvía a pararse, nos tocaba un nuevo cambio de vagón, y ya iban varios. Esta vez ya conseguíamos meternos en el adecuado, que nos llevaría a Cracovia de una tirada. El tener todos los huesos doloridos del agradable viaje en tren que acabábamos de tener, hacían espabilar a cualquiera, y nos faltó tiempo para vernos sentados en nuestro camarote. Ahora si, podíamos decir «hasta mañana, dulces sueños, amaneceremos en Polonia».
Post correspondiente a la serie «Eslovaquia, la ruta”
#1 Bratislava, encontrando a la Belleza del Danubio
#2 Eslovaquia Central, las ciudades nacidas del oro y la plata
#3 Podbanské, desde las entrañas de los Altos Tatras
#4 Pico Kriváň, las dos caras de una misma moneda
#5 Slovenky Raj, chapoteamos entre los charcos
#6 Vuelta a Bratislava, hacia donde nos lleva el trazo incierto
#7 Tren Bratislava a Cracovia, una noche movida