Tetuán: entre las montañas del Rif y el mar.
Nueva parada en mi periplo por el norte de Marruecos, y será la última antes de llegar a Tánger, donde daré por concluido el viaje.
Tetuán está marcada por su relación con España; fue zona de contacto con Andalucía y, posteriormente, capital del protectorado español, hasta que Marruecos logró la independencia. Todo ello se nota, sobre todo en una zona de la ciudad: el Ensanche, con edificios blancos coloniales y cierta amplitud en las calles. Hasta se ve ondear alguna bandera española, y la iglesia (Iglesia de Backuria), aún hoy, ofrece sus oficios en castellano.
En principio, debería ser una ciudad tranquila, no tan turística como la cercana Tánger. Sin embargo, creo que me voy a llevar una mala impresión de la misma, y todo por cierto aire enrarecido que se respira; y se palpa. No llevo muy bien las campañas de venta tan agresivas de los camellos de esta ciudad.
Voy caminando rumbo a la medina encalada de Tetuán. A mi lado, un “compadre”, que se me ha apegado y no se como quitármelo de encima. En el próximo cruce, recorte, y adiós y muy buenas. Que énfasis en decir que él no es de esos que luego esperan algo y bla bla bla. Por lo que entiendo que debe ser aún peor: venta al por menor y otras malas artes.
Por fin libre, y que casualidad que aparece otro “compadre” que me había quitado hace un rato. Y que casualidad, que va, y ahora, coincidimos en la dirección. Este me dice que somos como hermanos, que ha estado siete años en España, y que, porque lo trincharon y lo metieron en la cárcel, que sino, igual aún seguía. La culpa la debió tener cierta cantidad de droga en una bolsa de plástico, según me cuenta. Esto es el colmo, es la conversación más apropiada cuando uno ve como las calles principales dan paso a secundarias. En ello, aparece el amigo del “compadre”, que deben ir a comer juntos. La calle secundaria parece que da paso a un callejón… Stop. “Pero, a donde me llevas”, “no, que nosotros no somos de esos”. Guardando las distancias, el callejón se abre y ahí está la puerta de la medina. Creo que el “amigo” no escarmentó en el trullo y ahora se dedica a las mismas malas artes, nada más.
Tras algún encontronazo más, a uno se le quitan las ganas de recorrer las calles de la ciudad y busca la tranquilidad en la terraza de algún café.
Mañana, Tánger; fin del trayecto.
Post correspondiente a la serie «Marrakesh, la costa y rumbo al norte«
1. Primer día en Marrakesh
2. Hacia la costa: Essaouira
3. Callejeando por Fez
4. Chefchaouen: a los pies del Rif
5. Tetuán: entre las montañas del Rif y el mar
6. Tanger: fin del viaje