Tánger: fin del viaje
Dejando atrás Tetuán, con cierto suspiro de alivio, despido la ciudad. Ha sido una corta estancia, pero asfixiante. Demasiados maleantes por sus calles.
En hora y algo arribaré al último puerto de este viaje. La última hoja en blanco para este diario particular, que hoy pone fin.
Tánger, flanqueando el estrecho de Gibraltar, tiene una historia repleta de invasiones constantes. El culmen fue la disparatada situación que vivió en torno a 1910 hasta la independencia de Marruecos, cuando su extensión se repartía entre Francia, Gran Bretaña, España, Portugal, Holanda, EEUU…; la interzona, se llamó. Fue una época sórdida de la ciudad, en la que reunió a todo tipo de personajes, desde la alta sociedad, artistas, escritores hasta maleantes, drogadictos, depravados…o combinaciones varias. Este auténtico ambiente hizo que se afincara en Tánger, a la salida de la segunda guerra mundial, la contracultura norteamericana; la “generación beat”.
Pocas horas he tenido para recorrer sus calles, pero hasta me ha sobrado tiempo. A estas alturas del viaje a uno ya no le quedan ganas de explorar todos los rincones de la medina. Con conocer que se cuece en su corazón me conformo, y como me hospedo en tal lugar, ello está asegurado. Un té tranquilo en el Gran Socco completan el día; da la casualidad que llegue a Marrakech junto con unas personas con las que vuelvo a coincidir en la vuelta en avión desde Tánger. Así que la despedida en Marrakech, cuando nuestros caminos se separaron, fue un hasta luego. Ahora, nos volvemos a encontrar, comentando lo vivido en el viaje, junto a un té, en la noche de Tánger, cuando nuestros caminos se vuelven a juntar.
El corazón de la medina de Tánger no se ha dormido aún. La madrugada parece no poner freno a sus latidos. A través de la ventana abierta de la habitación se cuelan los sonidos del Petit Socco; risas, cuchicheos, el estruendo de alguna verja que se cierra. Me asomo a la ventana; en la penumbra, una persona solitaria espera; varias suben la calle, personajes diría yo. Chanchullos, trapicheos. Parece que el fantasma de la época sórdida de la interzona aún vaga por estas calles.
Mañana, vuelta a casa, y así pongo fin a la última hoja en blanco de este diario particular, con el espíritu para abrir otro nuevo.
Post correspondiente a la serie «Marrakesh, la costa y rumbo al norte«
1. Primer día en Marrakesh
2. Hacia la costa: Essaouira
3. Callejeando por Fez
4. Chefchaouen: a los pies del Rif
5. Tetuán: entre las montañas del Rif y el mar
6. Tanger: fin del viaje