Callejeando por Fez
10.45, Marrakesh. En unos minutos me encontraré rumbo al norte. A las 11.00 parte mi autobús rumbo a Fez. Toda la noche por delante para salvar el trecho que me separa de una de las ciudades imperiales, que se consideran el alma de Marruecos. Fue fundada poco después de la llegada de los ‘árabes a España y al norte de África, pero su boom se produjo cuando se asentaron familias que huían de Al Andalus y, mas tarde, familias del Oriente Árabe. Este compendio fue la base para su riqueza religiosa, cultural y arquitectónica, que la convirtieron en el centro cultural del imperio, contando con la universidad más antigua del mundo, la universidad Kairaouine.
He llegado junto con un coreano y nos hemos alojado en el mismo hostal. Ya asentados, toca sumergirse en las callejuelas de la medina de Fez, Fez El-Bali. En sus caóticas calles, chocan pasado y presente. Trazados milenarios en los que se enfrentan las oleadas de turistas a los numerosos burros, que cargados, no piden paso. Puestos de artesanías, que se han ido forjando con el paso de los siglos, frente a una tienda con aparatos electrónicos. Y, así, cientos de detalles. No se si es ya la experiencia de haber estado sumamente perdido por los zocos de Marrakesh, pero hasta soy capaz de orientarme, y hasta situarme en un plano. A cada paso descubro zocos escondidos, mezquitas invadidas por construcciones que surgen de la nada. A cada paso un lugar.
Giro a la derecha… parece que siguen dos calles muy similares. Mi intuición me dice que es a la izquierda, mejor pinta tiene. ‘Eduardo quédate con algún detalle para la vuelta…creo que será mejor que retroceda sobre mis pasos…por dónde sigo. Creo que me he vuelto a perder y las curtidurías no aparecen’
Fez es muy conocida por la calidad del su cuero. Se elabora según un proceso que poco ha cambiado en siglos, por no decir algún milenio, contando, aun hoy, con materias primas como excrementos de paloma, orina de vaca… Algo así se tiene que hacer notar, aun entre toda esta marabunta de calles.
Un puente salva un rió, que llega, literalmente, lleno de mierda. Esto me suena a que andamos cerca. Y ahí están, su olor las delatan. Las curtidurías. Aún, desde una azotea cercana, el olor es nauseabundo. Pozos con tintes y otros líquidos de dudosa procedencia. Cuál de ellos será la orina, y los excrementos… Espectáculo dantesco. Y pensar las condiciones tan precarias, insalubres…-pongan cualquier retahíla de adjetivos- en las que trabajan estas gentes. Y luego, todo ello directamente al río.
Ya poco queda para ver en Fez. Quizás su Mellah –barrio judío-. Quien sabe si por azar, o no tanto, doy con Hassan. Vive en el Mellah con su familia, su esposa Fátima y sus dos hijos. Insiste tanto, que acabo tomando un té en su casa, hasta cenando en su mesa. Todo parece desinteresado. Me comenta que es normal toda esa apertura y hospitalidad. Al final no resulto serlo tanto, lo que me deja cierto mal sabor de boca.
Mañana sigo el viaje; Chefchaouen.
Post correspondiente a la serie «Marrakesh, la costa y rumbo al norte«
1. Primer día en Marrakesh
2. Hacia la costa: Essaouira
3. Callejeando por Fez
4. Chefchaouen: a los pies del Rif
5. Tetuán: entre las montañas del Rif y el mar
6. Tanger: fin del viaje