En la cima del Elbrus
Allá quedaron las 4 de la madrugada. Entonces el tiempo era algo mejor, al menos cuando salimos de nuestra tienda. Ahora la ventisca apenas nos deja ver. Lo único que se ve es una inmensidad blanca. Ninguna mirada atrás, paso a paso hemos llegado al collado, entre las dos cimas, atrás quedaron el resto de grupos. Desde aquí, estamos a un paso de llegar a la cumbre, pero surgen las dudas.
-No se si es el mejor día para ir de paseo por aquí.
Sin embargo, como de costumbre, seguimos un poco más, a ver que tal. Tenemos unas banderitas marcando el camino, pero de una a la siguiente apenas se consigue ver. Las banderitas se suceden y la cima no llega. Hace ya un rato que vamos dando tumbos -joder si parece que vamos borrachos-. La ventisca nos abrasa la cara, las gafas heladas apenas nos dejan ver. Pero, que se ve allí, es la cima. Estamos en la cumbre del Elbrus, techo de Europa.
-Vale tio, pero corre para abajo, que esto se pone interesante.
Desde aquí, poco más: bajada agónica, heroica, … -pónganle los adjetivos que quieran-. Incertidumbre para seguir el camino de vuelta y final en los sacos de dormir, a los que fuimos de cabeza.
Este es nuestro primer cinco mil; más de 3.500 m de desnivel, casi una semana de subida, dos largos días sin salir de la tienda de campaña, dieta escasa en todo, cierto grado de inconsciencia y mil y una experiencias. Va por ustedes.