Bratislava, encontrando a la Belleza del Danubio
Qué me decís si os digo que Bratislava es la capital de Eslovaquia y que también lo fue de Hungría. Menudo lío, ¿no? Y si os digo que después de ser parte del Imperio Austro-Húngaro, Eslovaquia formó parte junto con República Checa de un estado común conocido como Checoslovaquia, pero que después de la Segunda Guerra mundial cayó bajo el control de la URSS. Y nada os cuento de esos años de guerra en que todo se complica aún más. Ya desde que nació del matrimonio de la Ruta del Ambar, que unía los mares del norte con el mediterráneo, con la ruta que corre a lo largo del Danubio, el transcurso de la historia ha labrado profundamente el lugar. Celtas, romanos, eslavos, hungarós, … ¿quién no ha pasado por aquí? La llaman la Belleza del Danubio, pero a su alrededor otras ciudades le hacen sombra: Viena, Praga, Budapest. ¿Quizás la belleza este en el interior? Una ciudad de contrastes: puedes pasar de una periferia de edificios llenos de grafitis y carteles, con fachadas que se desmoronan, o de construcciones de gusto más que discutible, a un centro histórico expléndido. La Bratislava antigua, con su castillo, en lo alto, frente a la herencia de la época comunista de la ciudad, con uniformes bloques de edificios y toscas construcciones de hormigón, como el puente sobre el Danubio que se construyó en los 70s.
Eran las 7 de la tarde y lo primero que queríamos hacer era dejar los petates en el hostal, había sido un día largo, de aeropuertos. La tarde estaba diciendo adiós y quedaba el tiempo justo para buscar un sitio para cenar (aquí, si te descuidas… digamos que los horarios difieren algo de los nuestros y la hora en que cena un eslovaco es en torno a las 6-7 pm). Bajamos por Staromestska dirección al centro y giramos a la izquierda para coger una calle bastante transitada y llena de tiendas, restaurantes, clubs, con un tranvía que la recorre en ambas direcciones. En el albergue aconsejan un restaurante, sirven comida tradicional, por lo que no queda mucho que decir. Perdidos entre los innumerables platos de la carta, dimos con varios: platos de carne de cerdo con su salsa de queso (aquí parece que se usa para todos los platos). Y un plato de Bryndzové Halušky (quedaros con este plato, que os seguirá por todo Eslovaquia): plato tradicional eslovaco preparado con patata, queso de oveja y bacon, una masa densa y blanquecina con algo de carne y bacon en el centro. Buen plato, pero muy potente. Todo ello regado por dos jarras de cerveza eslovaca, de a medio litro cada una, que aquí no se andan con chiquitas.
Castillo de Bratislava |
En nuestro segundo día volvemos a callejear por la ciudad. Lo hicimos la noche anterior, pero sin rumbo fijo, dejando que la propia Bratislava nos guiara en nuestros pasos y nos sorprendiera. Ahora vamos con nuestro mapa (igual esto es un error, pero al menos os puedo contar algo del callejeo). Volvemos a bajar por Staromestska, y pasamos por el arco de la puerta de Miguel (Michalska brana), que en el pasado fue una de las cuatro que tenía la ciudad. En nuestros pies una rosa de los vientos, y nombres de ciudades ¿Qué es esto…? A ver… Madrid 1.865 km. Cruzamos el arco de la puerta y entramos en el centro histórico por la calle de Michalska. Calles adoquinadas, edificios coloreados, sobrios, de patios interiores y pasadizos. En lo alto, dominando la ciudad, el Castillo de Bratislava, blanquecino, de cuatro torres. Lo están restaurando. A la que bajamos del castillo, nos topamos con la Catedral de San Martín, donde diecinueve monarcas húngaros fueron coronados con la corona de San estéban. Esta vez no le podremos hacer la foto típica de toda postal de Bratislava, una pila de andamios recubre su torre, lo están restaurando también. Luego vino el resto: palacios, iglesias, conventos franciscanos y plazas, como la de Hlavné con su fuente. Exploramos la ciudad buscando las figuras de bronce que se encondían a la vuelta de las esquinas; el limpiador de alcantarillas, los muchachos sobre el buzón de correos, Napoleón, el fotógrafo, el otro de la chistera. Y se nos pasó el día andando sin prisa por calles adoquinadas que en algunos momentos nos sacaban de las calles principales, y aparecían casas poco cuidadas, con fachadas que se caían a pedazos, unas en restauración, otras no. Es como que la ciudad está emergiendo y se va recomponiendo. Aparecen aquí y allá carteles de esta restauración es financiada por la UE. La ciudad está en pleno cambio. Fuera del centro se levantan edificios altos acristalados, que se elevan por encima de la media, y se unen a otros, edificios de negocios que dibujarán la nueva etapa de la ciudad.
Llegó la noche y caímos en el pub KGB; es un bar dentro de una galería de ladrillo, al más estilo soviético, la estatua de Lenin, bandera de la URSS, cuadro… una herencia de la historia que ha labrado el lugar. En un libro redactado por un grupo de jóvenes, leo que hay que saber encontrar el pulso a la ciudad, saber amarla tal como es, aceptando esos pequeños defectos, percibiéndolos como únicos. No os cuento más, qué cada uno encuentre a la Belleza del Danubio. Yo me voy con la impresión que llegué a ella.
Post correspondiente a la serie «Eslovaquia, la ruta”
#1 Bratislava, encontrando a la Belleza del Danubio
#2 Eslovaquia Central, las ciudades nacidas del oro y la plata
#3 Podbanské, desde las entrañas de los Altos Tatras
#4 Pico Kriváň, las dos caras de una misma moneda
#5 Slovenky Raj, chapoteamos entre los charcos
#6 Vuelta a Bratislava, hacia donde nos lleva el trazo incierto
#7 Tren Bratislava a Cracovia, una noche movida