Qué ver en Javier, Navarra: Castillo de Javier
El pueblo de Javier está al este del castillo donde nació San Francisco de Javier en el siglo XVI. El pequeño centro del pueblo actual fue construido en 1960, para albergar a los residentes que vivían en los antiguos edificios junto al castillo, que luego fueron demolidos. Hay una moderna escultura de bronce del artista Francisco Aizcorbe delante del Ayuntamiento. Además del castillo, el pueblo tiene otros puntos de interés, como la iglesia parroquial de la Anunciación, del siglo XVIII, donde se encuentra la pila bautismal de Francisco de Javier. Sobre el altar de la iglesia hay una imagen románica de la Virgen María. Cerca de Javier, a orillas del río Aragón, se encuentran las ruinas de un molino medieval. También merece la pena subir al Castelar, el punto más alto del pueblo, con unas vistas impresionantes de toda la región.
Castillo de Javier
La casa de San Francisco de Javier. Contiene importantes obras de arte, incluyendo una colección de pintura española de los siglos XV al XX y otra colección de kakemonos japoneses del siglo XIX. También tiene un número de documentos históricos. Sus orígenes se remontan al siglo X. Fue el lugar de nacimiento de uno de los dos santos patronos de la Comunidad Foral de Navarra en 1506. Sirvió de residencia a varios linajes ricos como los Artieda, los Jaso-Azpilicueta y los Aznárez. La fortaleza ha sufrido varias transformaciones a lo largo de su historia. A finales del siglo XV se construyó el Palacio Nuevo adyacente, y aquí nació el santo. Una basílica construida en el siglo XX se encuentra ahora en el lugar. En el interior del castillo destacan sobre todo una obra encáustica flamenca del siglo XVIII, que representa la agonía de San Francisco Javier, un retablo del siglo XVI en alabastro policromado de la Adoración de los Reyes Magos y varios murales que representan la Danza de la Muerte. Otro de sus tesoros es la Capilla del Cristo, dominada por una talla de madera policromada del siglo XV de Cristo en la cruz. También hay seis grandes pinturas barrocas de Godofredo Maes, así como una escultura de Francisco de Javier con un lirio, fechada hacia 1622, año de la canonización del santo. El castillo se convirtió en museo en 1986 tras una importante restauración arqueológica.